Mes: diciembre 2018

Marcelo Moscoso Pantoja: Educando para el futuro

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De Marcelo Moscoso Pantoja me inspira su COMPROMISO CON LA EDUCACIÓN MEDIOAMBIENTAL.

Mi primer contacto con Marcelo fue hace casi una década. Mientras preparaba mi tesis de grado empecé mis pininos con el boom de aquél entonces: un blog. Hacía ya buen tiempo que me interesaba el tema del medio ambiente y luego de defender mi tesis sentí la necesidad de iniciar un blog relacionado con el tema; pero desde una perspectiva muy didáctica, con información clara a la que pudieran acceder tanto adultos como niños, y que tuviera más puntos positivos que negativos. En mi búsqueda constante de buenos contenidos y fuentes fidedignas fue que encontré a Natura – Medio Ambiental.

Natura – Medio Ambiental tenía miles de seguidores y en aquel momento replicaba noticias y artículos relacionados con la contaminación, cuidado de recursos, flora y fauna, energías limpias, cambio climático y mucho más. Con el tiempo se fue convirtiendo en un espacio de divulgación de tono más científico, con artículos de creación propia y participaciones de académicos y otros interesados en la educación medioambiental.

Luego de varios años de intercambiar información, participaciones en publicaciones y a pesar de las dificultades, pudimos conocernos cara a cara en una de sus visitas a Buenos Aires. Nos quedamos horas hablando de la decena de libros que acababa de comprar y de otros tantos que había terminado de leer, de todo el trabajo que queda por hacer, de la sociedad que no reacciona, de nuestros hijos, de nuestro hermoso planeta herido. En su última visita a la ciudad pude convencerlo de darme una entrevista, pues desde hace mucho es una gran inspiración en uno de los ámbitos que más me interesa.

Marcelo es de Tarija, una bella ciudad al sur de Bolivia que colinda con la Argentina. Hoy, a sus 42 años, recuerda su paso por el Colegio San Ignacio de Loyola, y su lema “Ser para los demás”, como una marca que de alguna manera ha guiado su camino. Obtuvo la Licenciatura en Ingeniería Agronómica en la Escuela Militar de Ingeniería en la ciudad de La Paz, pues en aquella época no existían aún carreras como la de ingeniería ambiental. Pero esto no lo detuvo y siguió estudiando y capacitándose, haciendo varias maestrías, especialidades, diplomados y cursos con base en el tema ambiental.

Hace mucho que trabaja como consultor ambiental, y como toda actividad independiente, la estabilidad laboral es un reto, pero uno que no ha podido detenerlo. Él describe la situación como mirar un electrocardiograma, con picos y valles, pero finalmente se sigue para adelante. Tuvo la oportunidad de estudiar en España, Israel, Egipto y Argentina, y asegura haber aprendido que “el mundo no se termina donde se termina tu mirada”.

Su pasión por los temas ambientales lo ha llevado al campo de la educación y difusión, primero a través de medios virtuales y redes sociales (Web, Twitter , InstagramFacebook) y finalmente a las aulas. Su nueva faceta de docente universitario le gusta mucho, pues lo obliga a estar siempre actualizado y a comprometerse con una educación de calidad que siembre en las nuevas generaciones la preocupación por el cuidado del planeta y sus recursos.

Poco a poco se ha ido especializando en la rama de Cambio Climático y confía en poder aportar desde su lugar a su cada vez más extensa red de seguidores virtuales y a sus alumnos.

Uno de sus mayores temores es convivir con una sociedad impasible, indolente y totalmente ajena a lo que le está sucediendo al planeta. “Tenemos un río, ya casi no tiene agua por la degradación ambiental, pero ¿hay voluntad civil por hacer algo? ¿tiene intenciones este gobierno, el más depredador de la historia, por defender a la “madre Tierra” que tanto la menta y citan en discurso que tiene? ¡No!” – me dice entre enojado y desilusionado.

Cuando le pregunto cómo se interesó por el medio ambiente y cómo pasó luego a ámbitos como la comunicación y la educación, confiesa con una sonrisa que quería ser piloto; pero luego con seriedad hace referencia a la máxima de Sartre, «la felicidad no es hacer lo que quieres sino querer lo que haces». Y continúa: “Vivimos encadenados unos al otro, somos un eslabón que se une con otro. Si sé sobre un tema, poco o mucho y que pueda favorecer a todos, es menester salir de los libros, del aula, del estudio hacia la sociedad. La idea es fortalecer esos eslabones que nos unen para reforzarlos ante los embates de la corrupción, el no “importismo” del tema, al pensamiento egoísta de que el hoy me interesa y el mañana será problema para los que vienen. La educación es el arma más poderosa que existe, sea formal como en una universidad o informal como en una reunión en cualquier lugar, todo suma. Si no comunicas lo que aprendes ¿cómo aplicarlo?”

Cada uno de sus proyectos nace de quienes lo hacen responsable de la planificación y seguimiento de cada uno, se trate de un puente, un camino, una bodega, etc. Y son más atractivos en la medida en que el componente socioeconómico es mayor, pues le da la oportunidad de enfocarse en el factor ambiental y trabajar en sus diferentes interacciones, aportando su conocimiento y experiencia en el campo para encontrar soluciones que beneficien a la sociedad y al medio ambiente.

Marcelo me cuenta que su mayor reto profesional fue trabajar por casi tres años en la evaluación ambiental de un proyecto inmenso en una zona delicada, en el que, junto a sus colegas, pudo cumplir con lo requerido, pero que a la larga lo impulsó a cambiar de rubro.

A Marcelo lo han tildado de “Quijote Ambiental” y se frustra al sentir que no puede cambiar al sistema que considera “corrupto, vil y mediocre”. Pero, aunque eso le moleste y lo haya obligado a idealizar menos su cruzada por el medio ambiente, no le ha quitado el motor y sigue para adelante, aprendiendo y difundiendo con generosidad sus conocimientos; y eso no pasa desapercibido, pues cada vez son más los que notan en él esa chispa que enciende en los demás la curiosidad por aprender más, la preocupación y las ganas de tomar acción para lograr un mundo mejor. Aunque es increíblemente exigente con sus alumnos y muy duro con sus críticas a los gobernantes y sociedades por su desidia en el tema, confía en poder sembrar en los demás es a locura por preservar el mundo en el que vivimos.

Cuando hablamos de sus motivaciones para seguir aprendiendo y difundiendo, Marcelo recuerda que es un hábito familiar, “siempre los veía con un libro, eso influyó positivamente porque soy adicto a la lectura, tanto a las novelas como a las de mi rama académica. Te doy un ejemplo: ¿Acudirías a un cirujano que lo último que leyó fue su trabajo de graduación y nada más? Hay una cierta pizca de exageración, pero pizca, ojo. El conocimiento si no sale de tu biblioteca o de tu persona es egoísta e inútil. Hay que predicar con los hechos y siempre humilde para aprender de todos.”

 Aunque sus proyectos no lo han llevado aún a trabajar de la mano con pueblos originarios, sí ha podido involucrarse con personas del campo a quienes considera tienen el real conocimiento: Ellos tienen el conocimiento real y nosotros venimos a ser su complemento. Ellos son quienes nos dan de comer, quienes nos visten, quienes son los cuidadores del patrimonio natural, nosotros, los de la ciudad, somos los que nos olvidamos de ellos o los que les regateamos centavos por una lechuga que con tanto sacrificio fue producida. Es patética la sociedad plástica donde tenemos que digerir tanta fotografía superflua, pero en la intimidad somos miserables al grado de maltratar y regatear al más necesitado. Falta equidad, respeto, es una farsa lo que vivimos y egoísmo más prepotencia son dos variables muy peligrosas.”

Mientras se acaban los cafés, Marcelo recuerda a un profesor que tuvo en Israel. Acababan de aprender muchísimo y querían poner en práctica todo lo aprendido, pero el profesor los detuvo y les dijo: “No adopten lo que vieron aquí sino adapten a su realidad los que más rescataron de este país”. Eso le dejó grabado algo muy simple pero que solemos perder de vista cuando miramos modelos externos: Hay que poner en práctica cualquier emprendimiento en el contexto real, lo que idealizamos o añoramos puede no funcionar de la misma manera.

Marcelo gusta de trabajar solo pero rodeado de gente, mientras observa a los demás trabajar, reír, hablar, él se concentra en los proyectos y lo que parece ser un descanso, se convierte en un momento productivo. Se describe como apático para las fiestas, hiperactivo, y en su burbuja sin prestar atención al qué dirán. Adora la tertulia con personas que le resulten interesantes y siempre con un buen café de por medio.

Va acabando nuestra charla, y entre risas vamos matando la angustia por el planeta que les va a tocar a nuestros hijos pequeños, “hay que ponernos las pilas, hermana, tenemos que hacer algo por estos chiquitos”, me dice, y nada más cierto. Cerramos nuestro encuentro, demasiado breve pero siempre interesante, con un fuerte abrazo y la promesa de seguir compartiendo desde nuestro lugar, aprendiendo y difundiendo cada día, aunque el reto parezca imposible.

Hasta la próxima, querido amigo.

Las tres infaltables:

¿Cuál fue tu juego o juguete preferido?

La pantera rosa, supongo porque fue dormí con el peluche desde bebé.

¿Quién o qué te inspira?

Me inspira la competencia sana por sobresalir en mi rubro académico y laboral, no lo tomo por ego sino por desafío a que debemos mejorar cada día algo.

¿Qué desearías inspirar en / a los demás?

 El amor por los libros. La educación es el futuro. ¿No crees que para salir de la pobreza hay que salir de la ignorancia?

 

Si te interesa seguir el trabajo de Marcelo, puedes visitar su página Natura – Medio Ambiental; encontrarlo en Twitter @naturaambiental y en Facebook. Hace pocos días abrió una cuenta en Instagram como @patriciomarcelo_mp. Se encuentra a disposición para cualquier emprendimiento ambiental o difusión de temas afines. Puedes contactarlo escribiendo a jrial.chaco@gmail.com