Mes: junio 2020

Victor Veramendi: Misionero Incansable

Posted on

De Victor Veramendi me inspira su trabajo incansable por los que más necesitan. Fuimos vecinos durante muchos años, pero no lo conocí hasta que mi mamá (siempre el puente entre tantos eventos y seres maravillosos de mi vida) nos presentó un día. Hace tiempo le pedí esta entrevista y hace unos meses pudo hacerse un momento para responder. Me disculpo por la tardanza en publicar, el contexto actual y la tecnología me estuvieron jugando malas pasadas, pero llegó el momento de compartir con ustedes algo de él.

Hace años, poco antes de que mamá muriera, fue uno de los que estuvo más presentes, nos ayudó a cerrar la casa cuando tuvimos que venderla y luego nos hizo un inmenso regalo para hacer perdurar la memoria de mamá:  implementar bibliotecas infantiles y comunales en poblados rurales, con su nombre. “¿Un Pastor?” – me preguntaba alguna gente – “pero si ustedes son católicos, ¿cómo pueden relacionarse con otros ritos?”. No puedo explicar la indignación que recorría mi cuerpo cuando alguien aparecía con semejante comentario. “¿Te molesta que alguien nos ayude, se interese, nos acompañe respetando nuestras diferencias y centrándose en nuestras similitudes? ¿Qué haces tú para ayudar a otros a comer, a sanar, a educarse? ¿Haces algo?”. Silencio. Solamente entonces guardaban sus comentarios cargados de ignorancia. El amor al prójimo no lleva etiquetas, si eres una persona buena y haces el bien a los demás ¿dónde está el problema?. Nunca pude entenderlo.

Pero mejor, pasemos a lo que nos importa… Victor tiene 54 años, está casado (y su compañera es la socia perfecta en el camino que ha elegido) y tiene una hija. Sus padres, originarios de Áncash, le transmitieron desde pequeño la cultura andina, y, aunque nació, creció y vivió en Lima, nunca se desconectó de las necesidades y la realidad de los pueblos de los Andes.

Estudió Administración, Diseño Gráfico, Tipografía y finalmente, lo que ha llegado a definir sus prioridades, Teología y Misiología. Él se define primero como Pastor y, luego, como gráfico.

“Trabajo de manera independiente en impresiones, pero también dedico gran parte de mi tiempo y vida a la labor misionera, ayudando a personas e instruyéndolas en la Palabra de Dios. Soy Pastor y Misionero y he aceptado el llamado de Dios para bendecir sobre todo a las personas de la franja andina del Perú”, me cuenta.

Cuando le pregunto cómo descubrió su vocación, me dice: “Siempre he pensado en esta pregunta, creo que el llamado de Dios es la suma de muchas cosas. Es también todo un proceso en tu vida que te va preparando y Él llama en el tiempo preciso. El llamado de Dios no se trata de algo místico, menos religioso. Es la voz de Dios que habla en tu interior y que va creciendo conforme pasan los años. El llamado es muy personal, íntimo, cautivador, te persigue, te envuelve, te cautiva. Siempre es para bendecir al prójimo, nunca es para beneficiarse. No es que tú seas llamado porque eres mejor que otros, NO. Dios llama y quiere usarnos en medio de nuestras limitaciones, aún de nuestras debilidades.”

Me cuenta que los viajes que hace por los pueblos andinos del Perú van íntimamente ligados con su llamado; “tengo la certeza de que Dios me ha puesto un amor especial por la gente andina, sus costumbres, comida y geografía. La experiencia que he tenido ha sido maravillosa. La sierra con su influencia andina es una cultura viva que ha penetrado las otras regiones del Perú. Su gente y la calidez con que te reciben ayuda a comprometerse a trabajar con ellos para servirlos. A pesar de que son personas que quizás no han tenido oportunidades en educación, trabajo y desarrollo ellos son felices en medio de sus carencias… ¡cuánto tenemos que aprender de ellos!»

Le pido que me cuente algunas anécdotas de su trabajo en los andes peruanos y empieza:

“En Huancavelica, conocí a una sufrida mujer, más o menos de 40 años, ella tenía una triste historia. Viuda, madre trabajadora, su trabajo es lavar ropa en un cerro de donde brota agua heladísima. En una de nuestras llamadas me contó que el médico le había diagnosticado osteoporosis, ya que los huesos de las manos le dolían y se estaban deformando. La visitamos para verificar su estado y efectivamente no podía trabajar así. Juntamos dinero con los voluntarios y gente caritativa y le compramos una buena lavadora como su herramienta de trabajo. Ver su rostro de felicidad y agradecimiento era conmovedor.

Otra historia en Ancash, casi a las faldas del nevado Huascarán, conocí a una encantadora abuelita llamada Rosita. Ella debe tener 80 años, cada vez que voy por allá me recibe con los brazos abiertos, tiene una buena memoria. Ella vive en un centro poblado llamado Piscuy en Yungay, casi a las faldas del Huascarán. Me invitó a su casita, humilde, precaria, pero se respiraba un aire de paz. Luego de ver en que podíamos ayudar (ya que esa es nuestra misión), vimos por conveniente limpiar su cuartito de adobe y tejas. En ese cuartito dormía en el suelo con su esposo, en un colchón viejo de paja, con base de cartones y telas viejas. El cuarto era a su vez un depósito de menaje, ropa, recipientes, ollas de barro, etc. Me chocó mucho ver esta realidad. Llevé a Rosita a un lado de su casita y le dije: «mamita, Dios quiere que vivas mejor, tienes que deshacerse de varias cositas y Él te dará cosas nuevas», le propuse limpiar su cuarto, botar lo que estaba viejo, me miró fijamente y me dijo que sí. Con voluntarios sacamos todo lo que había en el cuarto, ropa, plásticos, telas con polvo, herramientas; para nuestra sorpresa encontramos pulgas, garrapatas, alacranes, nidos de hormigas, mi corazón se rompía al ver tanta miseria y abandono de ellos mismos. El piso de su cuartito (que era en gran parte su casa) era de tierra y eso empeoraba su calidad de vida. Sacábamos todo lo viejo y lo quemábamos a la espalda de su casita, donde estaba su chacrita. Compramos camas, colchones, frazadas. Se limpió el cuarto con un líquido desinfectante y muchas cosas más. Ella se veía feliz, agradecida, empezó a cantar a Dios en quechua y para despedirnos nos invitó de su propio almuerzo: agua de apio, sopita de pollo, papa y canchita. Rosita es una de las tantas historias tristes que encontramos en el Perú profundo. Siempre digo que la vida se pasa tan rápido; ¡hay muchas cosas por hacer para el prójimo!”.

Siempre que me es posible colaboro con los proyectos de Victor, a veces monetariamente, otras donando objetos, difundiendo sus pedidos de ayuda o los resultados de su trabajo. El proyecto que más me ha gustado y que es el más cercano a mi corazón es el de las Bibliotecas Comunales que llevan el nombre de mamá. Luego de que murió, se acercó a nosotros y con mucho respeto nos preguntó si nos molestaba que nombrara a ese sueño pendiente de esa manera, pues ella había dejado una huella muy profunda en él. ¿Cómo negarnos a tan hermoso recordatorio a una vida de educadora y mano amiga? Pusimos manos a la obra y nos lanzamos de lleno a la tarea de conseguir donaciones, libros, mobiliario, material didáctico, etc. Se armaron dos modestas bibliotecas y una de ellas tuvo que ser reconstruida luego de que un huaico arrasara con ella y con las casas de muchos pobladores de la zona. Como este, son muchos los trabajos que silenciosamente, de poblado en poblado, a veces de casa en casa, realiza con su equipo.

“Siempre me esmero en tener empatía con la necesidad de las personas; darle un equilibrio entre sus carencias espirituales y materiales. Necesidad hay por todos lados, sólo hay que tener discernimiento para saber canalizar los recursos y creatividad para «sembrar» algo que les ayude.”

Le pregunto cómo planifica un nuevo proyecto y me cuenta que “primero identificando la necesidad, luego juntamos los recursos que no son sólo financieros, ya que para cualquier proyecto se necesita voluntarios, logística, capacitación y finanzas. A todo esto, se le debe sumar esfuerzo, pasión y sacrificio, esto se llama AMOR. Para nosotros el amor va más allá de un sentimiento, es un acto de voluntad para bendecir a nuestro prójimo. Para que un proyecto nos atraiga debe tener olvido y necesidad. Nosotros bendecimos a personas vulnerables; lo que hacemos es un medio, una actividad.”

Cuando Victor empieza a hablar de su trabajo se entusiasma, se emociona, le brillan los ojos y gesticula con más vehemencia. Es contagiosa su alegría y también su pesar al contarnos todo lo que quiere hacer, tanto pero tanto por hacer.

Quiero saber si este trabajo misionero ha despertado en él algunos otros intereses y luego de pensar un momento, continúa. “Hmmmm; viajar es parte de esta aventura misionera, la educación es urgente y super necesaria en nuestro país ya que para salir de la pobreza necesitamos instruirnos en cualquier campo que nos de rentas. Pienso que la pobreza no está en las carencias materiales sino, sobre todo en la mentalidad, es por eso por lo que la parte de capacitación es super importante. Algo que ha despertado mi interés estos años es la importancia de cuidar nuestro medio ambiente; Perú tiene unos paisajes increíbles, una biodiversidad de flora y fauna fascinantes, con un ecosistema rico y vasto, sin embargo, encuentro quebradas con basura, ríos con desperdicios, deforestación. El ecosistema debemos cuidarlo TODOS, cuando Dios hizo la creación todo lo hizo perfecto y en armonía para que el hombre sea un buen administrador; lamentablemente esta misma creación está siendo destruida sistemática y progresivamente.”

Cuando Victor contestó a mis preguntas, todavía no había empezado este asunto de la pandemia, sus proyectos estaban claros y definidos, sin embargo, han tenido que quedarse en pausa hasta que la situación lo permita. ¿Cuáles son estos proyectos? Te cuento un poco para que cuando sea posible te animes a darle una mano:

“Huancavelica: Vamos a ir a comunidades para instruirlos en el cuidado de los ríos y con la participación de voluntarios, limpiarlos de desechos. Pienso que si uno enseña algo nuevo también debe hacerlo con el ejemplo, así es que vamos a poner manos a la obra en este punto importante.
Ayacucho: En la comunidad de Puncos, a 2 horas de Huamanga, vamos a terminar de instalar otra biblioteca infantil «Anita Pérez de Gold».
Apurímac: En el pueblito de Chaccrampa se harán charlas sobre la importancia del aseo e higiene personal para tener una mejor salud.
Cajamarca: Iremos a buscar una comunidad ayudarlos de manera integral, a esto nosotros lo llamamos viaje de exploración.
Ancash: A las faldas del Huascarán hay una comunidad andina llamada Piscuy; iremos a visitar a los abuelitos que tenemos empadronados, para llevarles la ayuda necesaria, compañía, abrazarlos, escucharlos y orar por su salud.”

Ya vamos terminando y le pido que comparta algo que haya aprendido de sus proyectos, alguna recomendación o consejo. Su respuesta es honesta y demoledora: “He aprendido que no siempre la generosidad es mutua. He aprendido que la indiferencia de la gente cuando uno pide ayuda es peor que el odio. He aprendido a cuidar mi corazón para no resentirme ni molestarme cuando no encuentro respuestas. He aprendido que siempre tengo que ir a los pueblitos con dos cosas: mensaje de esperanza (que viene de Dios) y ayuda humanitaria. Ambas van de la mano; una sola no es suficiente. He aprendido que la gente se da cuenta cuando uno ama con sinceridad, ya que el amor al prójimo no se finge, sino que fluye. He aprendido a depender de Dios cuando sacamos adelante un proyecto, ya que Él es el proveedor de recursos financieros, logísticos y humanos. He aprendido a llorar cuando veo abandono, necesidad y abuso.”

¡Qué lección importante nos deja Victor! A pesar de tantas batallas perdidas, de la indiferencia, del silencio cuando pide ayuda para servir a los que menos tienen, no pierde el ánimo ni la fe. Puede sentirse triste y frustrado, pero no le quita las fuerzas y lo impulsa a seguir trabajando. Gracias por tu incansable trabajo, una persona a la vez.

Las tres infaltables:

¿Cuál fue tu juego o juguete preferido?

Un juego familiar llamado “carrera de caballos”, no sé por qué me gustaba, pero era mi favorito; hace poco doné el último que tenía (se ríe)

Otro juguete era la pelota, era también mi pasión el futbol.

¿Quién o qué te inspira?

Definitivamente, JESUCRISTO. No hay como Él, no sólo remeció la historia, sino que también me sacude y me alienta día a día para aspirar ser como Él. Él es inspiración y modelo a seguir.

¿Qué desearías inspirar en / a los demás?

¿De mí? No sé, me agarraste frio con esa pregunta (ríe). Quizás el amor al prójimo y ser misericordioso con la necesidad de las personas.
La biblia dice lo siguiente: «Los que tapan sus oídos al clamor del pobre tampoco recibirán ayuda cuando pasen necesidad.»
Proverbios 21:13