Mes: junio 2014

Romina Soler: Mundos Mágicos

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Romina Soler

De Romina Soler me inspira su CARISMA.

La conocí hace unos años a través de un amigo en común que me recomendó visitar una de sus exposiciones individuales. Apareció sonriendo entre los divertidos y coloridos personajes de sus pinturas, alegre y vivaz como una de sus propias creaciones.

Aunque de padres argentinos – Luis y Cristina – ella nació en Huelva, España, en 1977. Tenía sólo siete meses de edad cuando decidieron volver a Buenos Aires. Allí, unos años más tarde, nacería Rodrigo, su hermano menor.

Romina tuvo una infancia feliz, repleta de actividades que estimulaban su imaginación y sensibilidad hacia las artes. Recuerda una serie de lecciones… piano, dibujo, pintura, danza y a su madre siempre presente y motivándola. Ya de adulta, estudió derecho – y aunque hoy es socia de una firma privada en Buenos Aires – el arte nunca se alejó de su horizonte; siguió perfeccionándose en diversas técnicas y experimentando con texturas, materiales y colores, creando criaturas imaginarias y mundos que afirma haber soñado desde que tiene memoria.

Hace ya algunos años se mudó al viejo departamento de sus abuelos y allí tuvo la oportunidad de empezar a crear ese mundo soñado. El departamento parece un pequeño museo, donde sólo algunos afortunados pueden empezar a entender su mundo extraordinario. Hay pinturas colgando de las paredes y apoyadas en los pasillos, esperando su turno para adornar el próximo salón. Mientras el aroma de los árboles de tilo se cuela por la ventana abierta, seguimos con la charla… Me cuenta que pinta por las mañanas muy temprano, cuando empieza a salir el sol y la luz es mágica. Le gusta pensar que en sus pinturas hay muchos mundos que coexisten y que las fantásticas criaturas cobran vida, que alguna vez ella pudo visitarlos y vivir con ellos en sus sueños y que vuelven a su mente a enseñarle todo.

Empezó a pintar desde muy pequeñita, jugando a crear álbumes de fotos con su hermano, en los que pintaban escenas fantásticas en el lugar de las fotografías y se convertían en regalos de Navidad para sus padres. En esa época, la familia y las mascotas en diversos escenarios eran los principales protagonistas de sus pinturas. Los primeros materiales fueron crayones y lápices de colores que su mamá le regalaba. A medida que fue creciendo, y luego de sus estudios universitarios, retomó esa pasión dormida por las artes. Empezó con pequeños bocetos en servilletas o boletos de subte y luego pasó a los lienzos. Recuerda cada pintura que ha hecho, lo que sintió mientras la pintaba y lo que pasaba en su vida en ese momento. Descubrió la pintura acrílica y las acuarelas, la pintura al óleo y sus muchas técnicas de aplicación. Hoy prefiere jugar con lo que sea que encuentre, y el collage se ha convertido en un nuevo mundo de posibilidades. Éste le da la libertad que tanto le gusta, empieza con pintura acrílica y pega materiales brillantes, papeles (ha usado páginas de libros que encontró en la calle y de viejas guías telefónicas que su abuela guardaba en un cobertizo), sigue con pintura al óleo y así va creando sus fantásticas piezas. Algo que aun espera poder probar es la pintura en aerosol, que todavía no tuvo oportunidad de usar y la intriga tremendamente.

Romina Soler

Cada una de sus pinturas es única (y preciosa). Nace en un momento particular y se desarrolla hasta que está lista para compartirse con los demás. Ella confiesa que la mayoría de las veces no tiene ni idea de lo que va a hacer cuando se sienta frente a un lienzo en blanco. Entonces empieza a pegar materiales, a jugar con el color, lentejuelas, brillos, papel de revistas. Es como retroceder en el tiempo y verse de niña en el aula de la escuela, con la maestra presentando todos estos magníficos materiales para crear la obra de arte más hermosa. Luego de que la hora de juego termina, Romina se queda mirándola. La observa por días, incluso mientras hace otras actividades. De pronto, empieza a encontrar figuras y formas, objetos, animales y criaturas que empiezan a asomar del caos (a veces nacidos de un sueño). Ese es el instante… Toma un lápiz y comienza a dibujar la forma, luego el trabajo detallado empieza combinando colores, usando diferentes técnicas para lograr nuevas texturas y resultados. Sólo para cuando cree que ya está listo para colgar de una pared.

Sus primeras pinturas eran abstractas, todo era formas y colores. Luego de un viaje a México y otro a Perú, esto cambió. En México visitó playas, ruinas antiguas y pequeños pueblos. Allí, en Oaxaca, comió platos exóticos a base de grillos y aprendió de los locales muchas cosas maravillosas, como de los «alebrijes», un tipo de arte manual tallado en madera y pintado con colores brillantes. Consigo llevó una de esas figuras que con el tiempo se convertiría en la inspiración de algunas de sus fantásticas criaturas. En Perú visitó ciudades y pueblos como el Cusco, Machu Picchu, Ollantaytambo y Aguas Calientes. En cada uno de ellos observó las artes manuales y los colores que utilizaban para teñir la lana de sus textiles. En su paso por Lima y Nasca siguió nutriéndose de experiencias. Con el tiempo tuvo la oportunidad de viajar a Ecuador y a Bolivia. En Ecuador visitó Cuenca y las Islas Galápagos, un paraíso de la naturaleza con tortugas gigantes, colores y formas de otro mundo. En Bolivia, las experiencias y colores no hicieron más que seguir sumando a la inspiración de la ya creativa mente de Romina. Para ella, la cultura latinoamericana ha influido de alguna manera en su arte, haciéndolo más rico. Su paso por Estambul y Marruecos no hicieron más que alimentar su fascinación por la forma y el color. En cada nueva pintura, hay chispazos evidentes de sus viajes y experiencias, y, a mi parecer, eso es lo que los hace tan cercanos a uno. Sus obras son transparentes, sinceras, llenas de una magia inexplicable.

Romina Soler fragmento

Romina ha tenido varias exposiciones individuales y ha participado de una serie de muestras grupales, en Buenos Aires y Rosario. Una de sus obras, «Zoo de Cristal», cuelga de una de las paredes del pabellón de pediatría del Hospital Rivadavia, en Buenos Aires, como parte de la propuesta Art@Hospital. Ha participado presentando obras en el Mercado de las Pulgas para iniciativas como «100 Almas Unidas» o la Noche de los Museos de Buenos Aires. Recientemente su participación en la MAJO, la Muestra de Arte Joven del Museo de la Fundación Rómulo Raggio; y la invitación del genial Milo Lockett para participar de una muestra colectiva en su Espacio de Arte, en la que mujeres artistas expusieron celebrando por el día de la mujer. En ambas muestras tuvo excelentes críticas.

Todavía le emociona ver las reacciones de la gente frente a sus creaciones y cómo a pesar de la distancia, recibe comentarios y propuestas de diversas partes del mundo… Hace sólo unos meses ¡le mandaron de China una pequeña escultura en cerámica de uno de sus personajes!

Como todo espíritu inquieto, sus intereses son variados, y casi sin querer asoma otro de sus amores: El teatro. Ha participado en algunas puestas en escena tanto sobre las tablas como en la producción o asistencia de dirección, y escribe regularmente sobre arte, cultura, teatro y más en diversos medios online.

Todavía hay mucho de Romina Soler por descubrir; pero hoy, mientras nos despedimos de esta fabulosa artista, de energía contagiosa y sonrisa franca, no nos queda más que imaginar a qué mundo fantástico nos llevará de paseo después.

Las tres infaltables…

¿Cuál fue tu juego o juguete preferido de la infancia?

Mi juguete preferido de la infancia es una «muñeca que baila», así la llamaba de chiquita y hasta el día de hoy. Tiene una melodía muy linda, como una cajita de música. Se da cuerda a una manija que tiene en la espalda escondida debajo del vestido y al ponerla de pie se mueve de un lado a otro como si meciera un bebé. Me la regaló mi abuelo Luis y para mí siempre fue «la muñeca que baila», tiene unos rulos rubios que se escapan del sombrero y aún la conservo en mi armario como parte de los tesoros de mi infancia.

¿Quién o qué te inspira?

Lo que me inspira a pintar son los recuerdos de mi niñez, los cuentos infantiles, y todo lo que tenga que ver con la fantasía y la imaginación. Desde muy chica en mi casa nos estimularon en la lectura, mi mamá nos llevaba a la feria del libro y recuerdo especialmente con cariño cuando nos compró el libro «Socorro» de Elsa Borneman que la autora nos dedico a mi hermano y a mí «Para que lo lean al sol» y que aún conservo en mi biblioteca. Además desde pequeños mi papá nos contaba historias antes de
irnos a dormir, las aventuras de perros y gatos que se llamaban Sultan y Michifuz respectivamente, cuando viajábamos de vacaciones inventaba juegos con números y colores, adivinanzas y canciones. Mis padres fueron una gran fuente de inspiración y lo siguen siendo hasta el día de hoy. De mi hermano aprendí el poder de la música, el toca el piano desde chico con dedicación y talento. Yo amo la música, la aprecio con el oído.

¿Qué desearías inspirar en/a  los demás?

Desearía que la gente a través de mis pinturas pudiera soñar, imaginar sus propios mundos fantásticos. Despertar en la gente el amor por el arte, la música y el teatro. Los personajes de los cuadros como por ejemplo las bailarinas de «Había un vez … en el país de las maravillas» podrían haber escapado del ballet de «El lago de los cisnes», o «La oruga» de Alicia está inspirada en mi lectura de Alicia en el País de las Maravillas. Las artes luchan contra el aburrimiento y la ignorancia, son como un ejército que proclama la creatividad y la esperanza.

Si quieres conocer más de Romina Soler, puedes escribirle a rominasoler@gmail.com o seguirla en sus blogs La Ventana Arte y CulturaRomina Soler (en construcción)